A LA HORA DE
LEER
Por literacidad se
entiende el concepto que hace referencia al conjunto de competencias y
habilidades que capacitan a la persona para recoger y procesar la información
en determinado contexto mediante la lectura y convertirla en conocimiento, el
cual puede ser manifestado oralmente o mediante la escritura.
No obstante, el concepto de literacidad se
caracteriza por hacer hincapié en la visión sociocultural del aprendizaje, es
decir, este traspasa las fronteras de las habilidades cognitivas.
En la literacidad no solo se tiene en cuenta el
reconocimiento y la comprensión a través del lenguaje, sino que también
reconoce la influencia del contexto social, de los roles y dinámicas del lector
y del escritor, así como de los posibles.
En múltiples
reflexiones Cassany refiere que son cuatro los factores que actualmente están
transformando el acto de leer, a saber:
·
La lectura crítica;
·
lectura en varias lenguas y culturas;
·
las nuevas comunidades discursivas y
·
nuevos géneros por el avance de la tecnología y
la divulgación de la ciencia.
Además, apunta que hace falta un conocimiento cultural
compartido entre el autor y el lector, justificando, bajo esta argumentación,
el enfoque sociocultural de la lectura. Por tanto, el estudio problematiza
aspectos que consideran a la lectura y la escritura como prácticas sociales.
Para ello, Cassany distingue tres planos dentro de
la comprensión de textos, un plano que denomina las líneas, que se
refiere a la comprensión literal del texto, otro que denomina, entre líneas,
que tiene que ver con la comprensión de lo que está implícito en los textos, y un
tercero, que apela, detrás de las líneas, que permite comprender un
texto a partir de poder evidenciar cuál es la ideología que subyace, descubrir
el propósito del autor, las razones que lo motivaron a escribir ese discurso,
su interrelación con otros discursos, y, como lector, “qué postura se asume frente a ese
texto, si se está de acuerdo o no y las razones para ello, entre otros
aspectos. Este tercer aspecto -lo denominará- como literacidad crítica.
Esto postula que leer y escribir no sólo son
procesos psicológicos o tareas lingüísticas, sino también prácticas
socioculturales. Esta orientación de carácter sociocultural manifiesta que lectura
y escritura no sólo son resultado de la ejecución de procesos individuales,
sino que son “construcciones sociales, actividades socialmente definidas”
(Ferreiro, que varían a lo largo de la historia, de la geografía y de la actividad
humana.
Es por eso que Cassany plantea desde la Escuela de
Frankfurt que el texto, por su propio mecanismo enunciativo, “no es neutro ni
objetivo, sino que refleja el orden social establecido, las relaciones de
dominación, las injusticias y las opresiones”, y su consecuencia principal es que,
para la comprensión del texto, no es suficiente resumir su información
principal, sino que es necesario además reconstruir sus implícitos y señalar la
intención social e ideológica que sustenta-
De esta manera, leer “no es sólo un proceso psicobiológico
realizado con unidades lingüísticas y capacidades mentales. También es una
práctica cultural, insertada en una comunidad particular, que posee una
historia, unos hábitos y unas prácticas comunicativas especiales” (Cassany).
Este enfoque para la comprensión del texto escrito
es desarrollado ampliamente bajo el concepto de literacidad, que incluye las
reglas y convenciones del código de la escritura, los géneros discursivos, los
roles de autor y lector, las formas de pensamiento, el estatus individual y
colectivo del sujeto, los valores y representaciones culturales.
Algo que es muy interesante para el docente de
lenguaje a la hora de hacer una guía. Y las razones se dan en los apartes del
siguiente ensayo del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de
Monterrey-
Leemos de diferente manera porque hemos educado
nuestro sistema visual a trabajar de diferente manera, porque tenemos diferente
conocimiento previo para hacer sentido de un texto, porque hemos desarrollado
técnicas de lectura diversas, porque el nivel emocional de involucramiento con
el texto es diferente, porque nuestros estados anímicos y por ende cognitivos
fluctúan, porque el tiempo disponible para la lectura es diferente.
En fin, podríamos ir
citando una lista interminable de razones para justificar lo obvio y llegar a
la verdad de Perogrullo:.
Para un mal lector, el texto puede ser un ladrón
malvado ya que le roba su tiempo, su dinero, su autoestima, su confianza en los
procesos de comunicación. Curiosamente tan tajante afirmación no tiene que ver
con la calidad del texto. Para un lector inexperto El Quijote y Hamlet pueden
ser tales ladrones.
Un lector aburrido tratando de dilucidar el
vocabulario de estas obras maestras de la literatura universal, sus
implicaciones filosóficas o su estilo, realiza un esfuerzo infructuoso que
percibe como un robo de su tiempo; el precio que pagó por los libros finalmente
es un atraco a su bolsillo; y su incapacidad para leer con comprensión estos textos,
empeorando las cosas, puede traer como consecuencia un estigma académico. Si
tan desafortunado lector es reprobado o señalado como intelectualmente incapaz,
el texto le está robando también su autoestima.
En estas condiciones el texto puede ser un enemigo,
alguien de quien cuidarse, alguien quien, a pesar de tener la fama de ser
proveedor de riquezas inimaginables, resulta ser un ladrón despiadado.
En realidad, el texto no es el ladrón, sino un proceso
educativo que no dio lugar a que el aprendiz fuera capaz de utilizar la
herramienta más poderosa que la cultura ha producido para descifrar los
significados que la misma cultura crea. El ladrón está dentro del lector, no en
el texto. El ladrón tiene nombre y apellido: Iliteracidad Crónica.
Uno de los aspectos científicos más fascinantes acerca
de la lectura es precisamente entender porqué los lectores son diferentes, tan
diferentes como la oscuridad y la luz que existe en los extremos del espectro
que va de la iliteracidad crónica a la creación literaria. La psicología
cognitiva y los estudios de la motivación han encontrado una serie de características
para identificar estas diferencias que describiremos brevemente:
LECTORES DE VOCABULARIO AMPLIO VS. LECTORES DE
VOCABULARIO REDUCIDO
Leer un texto es fácil en un sentido convencional y
muy difícil si consideramos que los significados asociados al texto deben ser
capturados por el lector.
El proceso lector se manifiesta desde los procesos
de bajo nivel, es decir, aquellos que permiten reconocer la palabra impresa y
asignarle un significado dentro del léxico personal del lector, a los procesos de
alto nivel que conjunta ideas del texto y las relaciona con el conocimiento
previo.
Aquí podemos identificar una diferencia importante
entre los lectores al observar que todo debe iniciar con una posibilidad de
entrada al léxico personal. Si un lector conoce más palabras que otro, más
probabilidad tiene de lograr una conexión con el conocimiento previo
disponible. No es correcto afirmar que un vocabulario amplio ha de promover
necesariamente mayor comprensión de lectura. Es correcto decir que tener
dominio inmediato de los significados de las palabras favorece la comprensión
lectora. Esto significa que un lector con un vocabulario reducido puede ser un
mejor lector que otro con mayor vocabulario porque otros procesos entran en
juego, como veremos a continuación.
LECTORES REPRODUCTORES VS. LECTORES LOCALIZADORES
El procesamiento mental de la información de un
texto se manifiesta de muchas maneras.
Hablemos de dos formas de procesamiento:
procesamiento para reproducir el contenido del texto y procesamiento para
localizar la información del texto.
Si nos colocamos en la primera situación pensemos
en un examen que tiene como objetivo que recuerden de memoria el contenido del texto
(sin poder observar el texto durante el examen), y otro que tiene por objetivo
que recuerden dónde está la información relevante del texto.
Tenemos entonces un tipo de lector “reproductor” y
otro tipo de lector “localizador” de la información. Hay entonces lectores que son
capaces de recordar lo que leyeron, hay quienes son capaces de localizar la
información que necesitan recordar apoyados por el mismo texto.
En textos
cortos el lector reproductor lleva cierta ventaja, pero en textos largos donde
la capacidad de memoria del lector rápidamente se sobrepasa, el lector
localizador definitivamente toma ventaja.
En exámenes académicos a “libro cerrado” el lector
reproductor toma la delantera, mientras que en exámenes a libro abierto el
lector localizador tiene más probabilidades de éxito.
¿Es mejor
ser lo uno u lo otro? La respuesta es casi categóricamente negativa. Un buen
lector tiene que ser ambos, si naturalmente tiene buena memoria tendrá que
desarrollar sus habilidades de localización con una buena cantidad de práctica
en esta área y viceversa.
LECTORES VELOCES VS. LECTORES CAUTOS
Supongamos que tienen ahora un tiempo muy largo
(digamos dos horas) para leer este texto y se les da un examen que intente
observar su capacidad de entendimiento del ensayo.
Un lector veloz podrá revisar el texto muchas veces
y en cada pasada su entendimiento y dominio del mismo aumentará. Tendrá ventaja
en el número de veces que puede intentar obtener significado del texto.
Por su parte un lector cauto podrá leer el texto no
más de un par de veces, pero en cada una de ellas tal vez su comprensión del
texto sea mayor que un lector rápido o inclusive podríamos pensar que existe
cierta equivalencia entre uno y otro, y decir que por cada pasada de un lector
cauto sobre el texto se necesitan tres pasadas del lector veloz.
Si ponemos esto como analogía con un juego de
dados, el lector veloz arroja más veces los dados y con ello puede obtener los
números deseados mientras que un lector cauto se toma su tiempo para arrojar
los dados de cierta manera para que aumenten sus probabilidades de que se
obtengan también los números deseados.
Hacemos la
misma pregunta: ¿Qué es mejor? Y damos la misma respuesta: los dos.
Un buen lector es capaz de hacer lecturas veloces
que revisen la misma información varias veces en poco tiempo, y también de ser
capaz de moverse muy lentamente sobre el texto para que cada oración y cada párrafo
vayan revelando sus significados. Decidir cuando se es lo uno u lo otro es
parte del arte de leer efectivamente.
LECTORES APÁTICOS VS.
LECTORES MOTIVADOS
El interés por la lectura es obviamente otra
diferencia que se puede observar entre los lectores.
Un lector motivado será capaz de mantener su
atención por largos periodos de tiempo, ya sea como lector veloz o cauto,
reproductor o localizador. Su concentración profunda en el tema le permitirá
usar óptimamente sus recursos cognitivos y extraer los significados del texto
que desea.
Un lector motivado toma ventaja de cada segundo de
la actividad y su mente está ágilmente estableciendo conexiones entre las ideas
del texto y su conocimiento previo.
Un lector de este tipo, fluye con la lectura, está
involucrado con sus conceptos. El lector apático, por su parte, trabaja “a
medias.” Su mente se encuentra la mitad del tiempo en la lectura y la otra
mitad en asuntos personales. Su mente está constantemente ocupada por situaciones
que nada tienen que ver con la lectura, como lo que hará después de liberarse
de la tarea, los problemas que tiene, aspiraciones variadas que lo impulsan,
temores que lo acechan, etc.
El sistema humano para el procesamiento de la
información está dado de tal manera que para aprender tenemos que reducir
nuestro campo atencional, esto significa que nuestra mente, teniendo una
capacidad portentosa para almacenar información, tiene una capacidad muy
limitada para procesar información.
En el momento de la lectura el lector, para tener
éxito, debe estar concentrado en ella (estar orientado hacia la tarea) y evitar
pensamientos intrusos de su vida personal (evadir la orientación hacia el yo).
LECTORES INTUITIVOS VS. LECTORES SISTEMÁTICOS
Al confrontar un texto todo lector toma decisiones
respecto al uso que ha de dar del texto.
Se tienen metas prácticas (pasar un examen) y se
tienen metas personales (lograr un conocimiento significativo). Con estas metas
en mente un lector experimentado puede simplemente abordar el texto sin
metodología explícita alguna. Este es un lector intuitivo.
Se han hecho innumerables estudios que muestran que
todo lector tiene una metodología implícita que guía las acciones y la toma de
decisiones en el proceso de lectura, y tal metodología puede ser
extraordinariamente poderosa como sucede en lectores asiduos que no tienen preparación
en educación o en psicología.
Existe también el lector sistemático, es decir,
aquel que ha aprendido algunas técnicas de lectura y las ha llegado a
automatizar tan profundamente que se manifiestan tan espontáneamente como en el
lector intuitivo. En este caso se siguió un proceso de toma de consciencia de
acciones que favorecen una lectura efectiva. Se internalizaron reglas como “lee
el resumen primero”, “leyendo sólo el título imagina de qué va a hablar el
texto”, “identifica la estructura del escrito a través de títulos y
subtítulos”, “sé capaz de repetir la narrativa de un párrafo, de una sección,
del texto completo con tu propia narrativa”, “elabora una pregunta en todo
aquello que sientes que no entiendes”, etc. A través de una buena educación
lectora, tales acciones y pensamientos con los años se hacen automáticas.
Lo ideal sería por supuesto que la práctica de leer
nos hiciera descubrir todos estos “trucos” del
buen leer por nosotros mismos, cosa que en realidad
sucede con lectores naturalmente privilegiados, en la mayoría de los casos los
padres y los maestros tenemos que promover que los lectores jóvenes se
conviertan en lectores sistemáticos. Es parte de la sabiduría pedagógica
aprovechar al máximo lo que es intuitivo en el alumno y regular lo que no lo
es.
El lector
intuitivo lleva cierta ventaja sobre el sistemático pues el proceso es
naturalmente dado por su propia práctica, pero un lector sistemático a la larga
puede superar al intuitivo, pues su proceso educativo le puede ayudar a
compensar cualquier carencia que naturalmente tenga.
LA POSIBILIDAD SIEMPRE LATENTE DE ELIMINAR LAS
DIFERENCIAS.
Las diferencias pueden seguirse señalando entre
lectores de interpretación controlada y lectores de interpretación libre,
lectores reflexivos de la forma y lectores reflexivos del contenido, lectores
de fijación ocular breve y lectores de fijación ocular prolongada, etc.
Este tema ha producido volúmenes interminables en
la literatura especializada. El punto por recordar es que algunas veces
supuestas debilidades son también fortalezas (como el caso de los lectores
cautos), y que casi todos los comportamientos asociados a una comprensión lectora
efectiva son susceptibles a una intervención pedagógica. Todo individuo
propiamente guiado en los procesos de literacidad podrá llegar a ser un buen
lector.
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