domingo, 17 de mayo de 2020

¿SABES CÓMO LEES?


A LA HORA DE LEER


Por literacidad se entiende el concepto que hace referencia al conjunto de competencias y habilidades que capacitan a la persona para recoger y procesar la información en determinado contexto mediante la lectura y convertirla en conocimiento, el cual puede ser manifestado oralmente o mediante la escritura.

No obstante, el concepto de literacidad se caracteriza por hacer hincapié en la visión sociocultural del aprendizaje, es decir, este traspasa las fronteras de las habilidades cognitivas.

En la literacidad no solo se tiene en cuenta el reconocimiento y la comprensión a través del lenguaje, sino que también reconoce la influencia del contexto social, de los roles y dinámicas del lector y del escritor, así como de los posibles.

 En múltiples reflexiones Cassany refiere que son cuatro los factores que actualmente están transformando el acto de leer, a saber:
·         La lectura crítica;
·         lectura en varias lenguas y culturas;
·         las nuevas comunidades discursivas y
·         nuevos géneros por el avance de la tecnología y la divulgación de la ciencia.

Además, apunta que hace falta un conocimiento cultural compartido entre el autor y el lector, justificando, bajo esta argumentación, el enfoque sociocultural de la lectura. Por tanto, el estudio problematiza aspectos que consideran a la lectura y la escritura como prácticas sociales.

Para ello, Cassany distingue tres planos dentro de la comprensión de textos, un plano que denomina las líneas, que se refiere a la comprensión literal del texto, otro que denomina, entre líneas, que tiene que ver con la comprensión de lo que está implícito en los textos, y un tercero, que apela, detrás de las líneas, que permite comprender un texto a partir de poder evidenciar cuál es la ideología que subyace, descubrir el propósito del autor, las razones que lo motivaron a escribir ese discurso, su interrelación con otros discursos, y, como lector, “qué postura se asume frente a ese texto, si se está de acuerdo o no y las razones para ello, entre otros aspectos. Este tercer aspecto -lo denominará- como literacidad crítica.

Esto postula que leer y escribir no sólo son procesos psicológicos o tareas lingüísticas, sino también prácticas socioculturales. Esta orientación de carácter sociocultural manifiesta que lectura y escritura no sólo son resultado de la ejecución de procesos individuales, sino que son “construcciones sociales, actividades socialmente definidas” (Ferreiro, que varían a lo largo de la historia, de la geografía y de la actividad humana.

Es por eso que Cassany plantea desde la Escuela de Frankfurt que el texto, por su propio mecanismo enunciativo, “no es neutro ni objetivo, sino que refleja el orden social establecido, las relaciones de dominación, las injusticias y las opresiones”, y su consecuencia principal es que, para la comprensión del texto, no es suficiente resumir su información principal, sino que es necesario además reconstruir sus implícitos y señalar la intención social e ideológica que sustenta-

De esta manera, leer “no es sólo un proceso psicobiológico realizado con unidades lingüísticas y capacidades mentales. También es una práctica cultural, insertada en una comunidad particular, que posee una historia, unos hábitos y unas prácticas comunicativas especiales” (Cassany).
Este enfoque para la comprensión del texto escrito es desarrollado ampliamente bajo el concepto de literacidad, que incluye las reglas y convenciones del código de la escritura, los géneros discursivos, los roles de autor y lector, las formas de pensamiento, el estatus individual y colectivo del sujeto, los valores y representaciones culturales.
Algo que es muy interesante para el docente de lenguaje a la hora de hacer una guía. Y las razones se dan en los apartes del siguiente ensayo del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey-
 
Leemos de diferente manera porque hemos educado nuestro sistema visual a trabajar de diferente manera, porque tenemos diferente conocimiento previo para hacer sentido de un texto, porque hemos desarrollado técnicas de lectura diversas, porque el nivel emocional de involucramiento con el texto es diferente, porque nuestros estados anímicos y por ende cognitivos fluctúan, porque el tiempo disponible para la lectura es diferente.

En fin, podríamos ir citando una lista interminable de razones para justificar lo obvio y llegar a la verdad de Perogrullo:.

Para un mal lector, el texto puede ser un ladrón malvado ya que le roba su tiempo, su dinero, su autoestima, su confianza en los procesos de comunicación. Curiosamente tan tajante afirmación no tiene que ver con la calidad del texto. Para un lector inexperto El Quijote y Hamlet pueden ser tales ladrones.

Un lector aburrido tratando de dilucidar el vocabulario de estas obras maestras de la literatura universal, sus implicaciones filosóficas o su estilo, realiza un esfuerzo infructuoso que percibe como un robo de su tiempo; el precio que pagó por los libros finalmente es un atraco a su bolsillo; y su incapacidad para leer con comprensión estos textos, empeorando las cosas, puede traer como consecuencia un estigma académico. Si tan desafortunado lector es reprobado o señalado como intelectualmente incapaz, el texto le está robando también su autoestima.

En estas condiciones el texto puede ser un enemigo, alguien de quien cuidarse, alguien quien, a pesar de tener la fama de ser proveedor de riquezas inimaginables, resulta ser un ladrón despiadado.
En realidad, el texto no es el ladrón, sino un proceso educativo que no dio lugar a que el aprendiz fuera capaz de utilizar la herramienta más poderosa que la cultura ha producido para descifrar los significados que la misma cultura crea. El ladrón está dentro del lector, no en el texto. El ladrón tiene nombre y apellido: Iliteracidad Crónica.

Uno de los aspectos científicos más fascinantes acerca de la lectura es precisamente entender porqué los lectores son diferentes, tan diferentes como la oscuridad y la luz que existe en los extremos del espectro que va de la iliteracidad crónica a la creación literaria. La psicología cognitiva y los estudios de la motivación han encontrado una serie de características para identificar estas diferencias que describiremos brevemente:

LECTORES DE VOCABULARIO AMPLIO VS. LECTORES DE VOCABULARIO REDUCIDO
Leer un texto es fácil en un sentido convencional y muy difícil si consideramos que los significados asociados al texto deben ser capturados por el lector.
El proceso lector se manifiesta desde los procesos de bajo nivel, es decir, aquellos que permiten reconocer la palabra impresa y asignarle un significado dentro del léxico personal del lector, a los procesos de alto nivel que conjunta ideas del texto y las relaciona con el conocimiento previo.

Aquí podemos identificar una diferencia importante entre los lectores al observar que todo debe iniciar con una posibilidad de entrada al léxico personal. Si un lector conoce más palabras que otro, más probabilidad tiene de lograr una conexión con el conocimiento previo disponible. No es correcto afirmar que un vocabulario amplio ha de promover necesariamente mayor comprensión de lectura. Es correcto decir que tener dominio inmediato de los significados de las palabras favorece la comprensión lectora. Esto significa que un lector con un vocabulario reducido puede ser un mejor lector que otro con mayor vocabulario porque otros procesos entran en juego, como veremos a continuación.

LECTORES REPRODUCTORES VS. LECTORES LOCALIZADORES
El procesamiento mental de la información de un texto se manifiesta de muchas maneras.

Hablemos de dos formas de procesamiento: procesamiento para reproducir el contenido del texto y procesamiento para localizar la información del texto.
Si nos colocamos en la primera situación pensemos en un examen que tiene como objetivo que recuerden de memoria el contenido del texto (sin poder observar el texto durante el examen), y otro que tiene por objetivo que recuerden dónde está la información relevante del texto.

Tenemos entonces un tipo de lector “reproductor” y otro tipo de lector “localizador” de la información. Hay entonces lectores que son capaces de recordar lo que leyeron, hay quienes son capaces de localizar la información que necesitan recordar apoyados por el mismo texto.

 En textos cortos el lector reproductor lleva cierta ventaja, pero en textos largos donde la capacidad de memoria del lector rápidamente se sobrepasa, el lector localizador definitivamente toma ventaja.

En exámenes académicos a “libro cerrado” el lector reproductor toma la delantera, mientras que en exámenes a libro abierto el lector localizador tiene más probabilidades de éxito.

 ¿Es mejor ser lo uno u lo otro? La respuesta es casi categóricamente negativa. Un buen lector tiene que ser ambos, si naturalmente tiene buena memoria tendrá que desarrollar sus habilidades de localización con una buena cantidad de práctica en esta área y viceversa.


LECTORES VELOCES VS. LECTORES CAUTOS
Supongamos que tienen ahora un tiempo muy largo (digamos dos horas) para leer este texto y se les da un examen que intente observar su capacidad de entendimiento del ensayo.

Un lector veloz podrá revisar el texto muchas veces y en cada pasada su entendimiento y dominio del mismo aumentará. Tendrá ventaja en el número de veces que puede intentar obtener significado del texto.

Por su parte un lector cauto podrá leer el texto no más de un par de veces, pero en cada una de ellas tal vez su comprensión del texto sea mayor que un lector rápido o inclusive podríamos pensar que existe cierta equivalencia entre uno y otro, y decir que por cada pasada de un lector cauto sobre el texto se necesitan tres pasadas del lector veloz.

Si ponemos esto como analogía con un juego de dados, el lector veloz arroja más veces los dados y con ello puede obtener los números deseados mientras que un lector cauto se toma su tiempo para arrojar los dados de cierta manera para que aumenten sus probabilidades de que se obtengan también los números deseados.

 Hacemos la misma pregunta: ¿Qué es mejor? Y damos la misma respuesta: los dos.

Un buen lector es capaz de hacer lecturas veloces que revisen la misma información varias veces en poco tiempo, y también de ser capaz de moverse muy lentamente sobre el texto para que cada oración y cada párrafo vayan revelando sus significados. Decidir cuando se es lo uno u lo otro es parte del arte de leer efectivamente.


LECTORES APÁTICOS VS. LECTORES MOTIVADOS
El interés por la lectura es obviamente otra diferencia que se puede observar entre los lectores.

Un lector motivado será capaz de mantener su atención por largos periodos de tiempo, ya sea como lector veloz o cauto, reproductor o localizador. Su concentración profunda en el tema le permitirá usar óptimamente sus recursos cognitivos y extraer los significados del texto que desea.

Un lector motivado toma ventaja de cada segundo de la actividad y su mente está ágilmente estableciendo conexiones entre las ideas del texto y su conocimiento previo.

Un lector de este tipo, fluye con la lectura, está involucrado con sus conceptos. El lector apático, por su parte, trabaja “a medias.” Su mente se encuentra la mitad del tiempo en la lectura y la otra mitad en asuntos personales. Su mente está constantemente ocupada por situaciones que nada tienen que ver con la lectura, como lo que hará después de liberarse de la tarea, los problemas que tiene, aspiraciones variadas que lo impulsan, temores que lo acechan, etc.

El sistema humano para el procesamiento de la información está dado de tal manera que para aprender tenemos que reducir nuestro campo atencional, esto significa que nuestra mente, teniendo una capacidad portentosa para almacenar información, tiene una capacidad muy limitada para procesar información.

En el momento de la lectura el lector, para tener éxito, debe estar concentrado en ella (estar orientado hacia la tarea) y evitar pensamientos intrusos de su vida personal (evadir la orientación hacia el yo).


LECTORES INTUITIVOS VS. LECTORES SISTEMÁTICOS
Al confrontar un texto todo lector toma decisiones respecto al uso que ha de dar del texto.

Se tienen metas prácticas (pasar un examen) y se tienen metas personales (lograr un conocimiento significativo). Con estas metas en mente un lector experimentado puede simplemente abordar el texto sin metodología explícita alguna. Este es un lector intuitivo.

Se han hecho innumerables estudios que muestran que todo lector tiene una metodología implícita que guía las acciones y la toma de decisiones en el proceso de lectura, y tal metodología puede ser extraordinariamente poderosa como sucede en lectores asiduos que no tienen preparación en educación o en psicología.

Existe también el lector sistemático, es decir, aquel que ha aprendido algunas técnicas de lectura y las ha llegado a automatizar tan profundamente que se manifiestan tan espontáneamente como en el lector intuitivo. En este caso se siguió un proceso de toma de consciencia de acciones que favorecen una lectura efectiva. Se internalizaron reglas como “lee el resumen primero”, “leyendo sólo el título imagina de qué va a hablar el texto”, “identifica la estructura del escrito a través de títulos y subtítulos”, “sé capaz de repetir la narrativa de un párrafo, de una sección, del texto completo con tu propia narrativa”, “elabora una pregunta en todo aquello que sientes que no entiendes”, etc. A través de una buena educación lectora, tales acciones y pensamientos con los años se hacen automáticas.

Lo ideal sería por supuesto que la práctica de leer nos hiciera descubrir todos estos “trucos” del
buen leer por nosotros mismos, cosa que en realidad sucede con lectores naturalmente privilegiados, en la mayoría de los casos los padres y los maestros tenemos que promover que los lectores jóvenes se conviertan en lectores sistemáticos. Es parte de la sabiduría pedagógica aprovechar al máximo lo que es intuitivo en el alumno y regular lo que no lo es.

 El lector intuitivo lleva cierta ventaja sobre el sistemático pues el proceso es naturalmente dado por su propia práctica, pero un lector sistemático a la larga puede superar al intuitivo, pues su proceso educativo le puede ayudar a compensar cualquier carencia que naturalmente tenga.

LA POSIBILIDAD SIEMPRE LATENTE DE ELIMINAR LAS DIFERENCIAS.
Las diferencias pueden seguirse señalando entre lectores de interpretación controlada y lectores de interpretación libre, lectores reflexivos de la forma y lectores reflexivos del contenido, lectores de fijación ocular breve y lectores de fijación ocular prolongada, etc.

Este tema ha producido volúmenes interminables en la literatura especializada. El punto por recordar es que algunas veces supuestas debilidades son también fortalezas (como el caso de los lectores cautos), y que casi todos los comportamientos asociados a una comprensión lectora efectiva son susceptibles a una intervención pedagógica. Todo individuo propiamente guiado en los procesos de literacidad podrá llegar a ser un buen lector.

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Doctorado. Recursos lexicales parentales y medíaticos

 Curriculo. Grado undécimo. Bachillerato Humanidades. Por John Jairo Botero González.