DEPURACIÓN
Cuando el emperador Constantino
se convirtió al cristianismo aparecieron formas de depurar a sus miembros,
apareciendo la excomunión como práctica común, o sea, expulsar del seno de la
iglesia a aquellos considerados indignos por contradecir los postulados
cristianos.
Con el término inquisición,
derivado del latín, inquire (averiguar o sacar a la luz) se designó a distintas
instituciones nacidas con el fin de luchar contra la herejía, o sea, aquellas
creencias que se contraponen con lo enseñado por la iglesia católica. Se trata
de persecución contra cristianos que se oponen a lo dispuesto por la Santa
Iglesia. Cuando se persiguió por herejía a judíos o musulmanes conversos, fue
no por su condición de judíos o musulmanes, sino por ser cristianos que
traicionaban su nueva fe.
En la época medieval, la iglesia
adquirió un enorme poder que sobrepasaba el ámbito de lo espiritual para tomar injerencia
en asuntos temporales o terrenos, siendo dueña de amplios territorios que
entregaba en vasallaje, y decidiendo en temas económicos, sociales, y hasta
políticos. Para asegurar ese inmenso control sobre su séquito, instrumentó una
serie de medidas.
En la Edad Media, surgió la raíz
de esta serie de programas ortodoxos, para combatir a quienes desconocieran la
única verdad, rebelada en las Sagradas Escrituras, en el sur de Francia, en el
año 1184, por una bula papal correspondiente a Lucio III, llamada “Ad
abolendam” dirigiéndose contra los cátaros, secta religiosa cristiana, que
bregaba por la pureza de costumbres y criticaba las de la Iglesia, y la
jerarquía eclesiástica, teniendo como su libro supremo el Evangelio de San
Juan. Consideraban una visión dual del mundo, con la existencia contrapuesta
del bien y el mal. Lo material representaba el mal y la salvación vendría de la
mano de Cristo.
Por dicha bula, se instauró la
Inquisición episcopal, donde, en cada diócesis, los obispos se hallaban
conminados a terminar con la herejía, juzgando y condenando a los culpables,
estando el castigo físico de los reos a cargo de laicos, pero generalmente
consistente en penas menores, como rezos o ayunos.
En el año 1215, el Papa Inocencio
III, convocó el Concilio IV de Letrán que esbozó la Inquisición pontificia.
En el año 1229, se creó el
tribunal de la Inquisición, decidido por el concilio de Toulouse.
En el año 1231, la Inquisición
episcopal fue reemplazada definitivamente por la pontificia, por la bula
“Excommunicamus”, del Papa Gregorio IX, por la cual encargaba el control de los
herejes a la orden de los Dominicos, siendo el primer inquisidor Domingo de
Guzmán, pero bajo la supervisión papal, estableciéndose en el sur de Francia,
en el norte de Italia y en el reino de Aragón.
Aquellos que confesaran ser
herejes espontáneamente recibían una pena menor, de lo contrario se habría un
proceso, donde eran obligados a responder por los cargos imputados (no regía el
principio adoptado por las modernas constituciones: “Nadie puede ser obligado a
declarar contra sí mismo”). Dos testigos eran suficientes para avalar una
sentencia condenatoria, que en general era la muerte en la hoguera.
El proceso era dirigido por dos
Inquisidores, asesorados por un Consejo de clérigos y laicos.
El uso de tortura en los procesos
de herejía fue autorizada por la bula “Ad extirpanda” del Papa Inocencio IV,
pero sin poner en peligro la vida de los acusados. Los reincidentes eran
condenados a muerte.
En 1484, Inocencio VIII condenó
oficialmente la brujería por medio de la bula “Summis desideratis affectibus”.
Encontramos a partir de este
antecedente otras manifestaciones con el mismo o semejante propósito, de
establecer una única fe verdadera:
En el año 1542, fue establecido
en Roma el Santo Oficio o Congregación de la Inquisición, para detener el
avance del protestantismo, sobre todo mediante el control del contenido de
publicaciones o libros.
El período de mayor represión
comenzó en 1555, cuando asumió el Papa Pablo IV, donde la persecución se
orientó incluso hasta los propios miembros de la Iglesia. El “Índice de Libros
Prohibidos” dado a conocer en el año 1559, muestra la censura ideológica
ejercida desde la órbita papal.
La pretensión de la Iglesia de
establecer postulados incuestionables significó el estancamiento de la ciencia
y por eso este período es conocido como oscurantismo.
En 1633, en Italia, las teorías
de Galileo cayeron bajo la acusación del Santo Oficio, cuestionándose su teoría
heliocéntrica, que contradecía la interpretación bíblica de que la Tierra sería
el centro del Universo.
En el año 1965, el Santo Oficio
fue llamado Congregación para la Doctrina de la Fe, por el papa Paulo VI, ante
las numerosas críticas en su contra.
En el año 1478 la corona española
creo la Inquisición Española, aplicándose en toda España y en sus colonias
americanas, para luchar contra los judíos conversos, que habían sido obligados
a adoptar la fe católica, transformándose en cristianos nuevos, pero eran
sospechados de practicar su religión en secreto, contra los protestantes y
contra otros herejes.
A partir de la bula del papa
Inocencio VIII, a quien ya nos hemos referido, comienza la persecución por
brujería. Por este cargo la última ejecución data del año 1611, siendo la
víctima, la adolescente catalana, Magdalena Duer.
La máxima jerarquía del proceso
la ejercía el Consejo de la Suprema, que daba instrucciones a los tribunales,
formados por tres inquisidores que desarrollaban el proceso, donde el acusado
contaba con un supuesto defensor que lo instruía en detalles procesales.
La primera etapa consistía en la
limpieza del alma del hereje, que era obligado a beber líquidos hirvientes.
Las penas se aplicaban sin juicio
previo, y los reos eran encerrados en mazmorras, encadenados y en
condiciones
deplorables de higiene y alimentación, siendo torturados hasta su confesión,
para luego ser absueltos en una ínfima minoría de casos, o condenados a penas
menores, o transferido a tribunales ordinarios para ejecutar su condena a
muerte. Los gastos que ocasionaba el “procedimiento”, era abonado por el propio
reo o sus parientes.
Hasta 1640 su actividad fue
ínfima, teniendo un período de apogeo persecutorio a partir de ese año, que se
extendió por dos décadas. Fue abolida en 1834.
En Portugal, los judíos que no
adoptaron la fe cristiana fueron expulsados en 1497, pero para los conversos,
ante la posibilidad de prácticas ocultas de su antigua fe, en el año 1536, se
estableció la Inquisición en Portugal, bajo la autoridad papal, para pasar a
depender directamente de la Corona, tres años más tarde, originando
cuestionamientos entre iglesia y estado que se resolvieron en 1547, cuando el
Papa aceptó la autoridad estatal en el tema. Fue abolida en 1821.
LA GUÍA
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