EL REY
PAPARRUCHA
Por
John Sajje
Un brasier es quizás la
prenda con mayor simbolismo de lo femenino. El 7 de septiembre de 1968, durante
un concurso de belleza en Atlantic City, 400 manifestantes lideradas por el
grupo Mujeres Radicales de Nueva York, interrumpieron el evento. Comparaban
esto con una exposición vacuna, donde se calificaba y puntuaba a las mujeres
como reses. Coronaron como Miss a una oveja y tiraron a un cubo de basura
los zapatos de tacón, los utensilios de peluquería y, por supuesto, también los
sujetadores que usaban las concursantes para vestirse y desfilar para mostrar
su belleza.
Lindsy Van Gelder, una
periodista del Washington Post, escribió sobre “la Papelera de la libertad” y
habló de la quema de brasieres, algo que en realidad no llegó a producirse; los
bomberos y la policía lo impidieron. Ella lo explicaba claramente y contaba la
verdad, pero usó una analogía con la quema de documentaciones por la Guerra de
Vietnam. El titular hablaba de quema-sujetadores y la idea caló. Pegó tan hondo
que creó una historia falsa que aún hoy, se mantiene como cierta.
La posverdad, definida
por fuera de la RAE como: las aseveraciones que dejan de basarse en hechos
objetivos, para apelar a las emociones, creencias o deseos del público, en el
2016 fue distinguida con el título honorífico de "palabra del año" por
el diccionario inglés de Oxford y es la favorita en Colombia para inundar las
redes sociales, ante todo por aquellos que saben revivir el relato de Edgar J
Hoover en su eslogan de miedo: "mano dura".
Jugar con el miedo ante la incertidumbre
es el pilar del desprecio de quienes juegan
con la dignidad de los ciudadanos para hacer política patriotera. Para ello
recurren al bulo, a la noticia falsa, lo que los ingleses llaman: “Hoax”, los
americanos: “The Fake News” y los colombianos: “chismes”. Porque no existe nada
más precario que la verdad, o más fácil que criticar sin hacer.
Las
inyecciones de Diclofenaco que se enquistan. Operarios nadando en tanques de
gaseosa. 1.800.000 pesos de salario a todos los guerrilleros, que no
pagarían ni un día de cárcel. Timochenko el “ungido” próximo presidente. El
regalo de las vacunas contra el cáncer. El whatsapp en colores. El
sostenimiento de los guerrilleros con la plata de las pensiones. El proyecto de
ley de Roy Barreras. Utilizar el llanto de un soldado americano y pasarlo por
colombiano, para exacerbar el ánimo de las tropas o poner al ciudadano de a pie
en la frontera del rencor.
Decir que Uribe fue el
autor de la Ley 100. Vender odio diciendo que: Santos iba a sentar en primera fila a Timochenko en el
desfile militar de 20 de julio… Inventar nombres para denostar de un periodista
como violador de niños sin sonrojo. Incitar a los empresarios a irse y llevarse
la inversión. Aseverar que la tragedia de Mocoa fue producto de la dinamita de
las FARC, o inundar de noticias los hogares con la doble moral, de promover el
no dejar entrar a los guerrilleros al congreso, gracias a los mismos que
dejaron hablar en el mismo recinto a los jefes paramilitares. Los supuestos
análisis de Diana Uribe, Juan Gossaín o el papa Francisco. Las fotos de
violadores difundidas por mujeres despechadas o los desnudos de jóvenes
primerizas, por novios encabronados.
¿Cómo se vence al
miedo? ¿Cómo se vence la semántica de la mentira? Es posible que la
respuesta esté en las aulas, pero los maestros no se comprometen a decir la
verdad, por temor a ser sesgados con partidismos de izquierda. Está en los
medios, pero los periodistas no se comprometen a decir la verdad, porque la parola, y el sesgo de la pauta y la connivencia
con el poder de derecha. Es posible que esté en el tendero, pero la adultera
cuando gusta de echarle piedrecillas al fríjol para que pese más. La
tiene el mecánico, pero se descompone cuando pone un repuesto viejo en el auto
del “marrano”. La tiene el policía, pero la detiene cuando se deja seducir por
la “mordida”o el poder de la violencia. La tiene la prostituta pero su
vergüenza la vence cuando “atraca” al cliente y le hace pasar un mal “Rato”.
La
tiene el publicista cuando maquilla la realidad y termina vendiendo una
mentira. La tiene el sacerdote pero sus panegíricos de pobreza no comulgan con
la absolución del "pudiente”. La tiene el presidente porque lo elegimos
para ser la “sal” que un Mesías sacó de Sodoma y Gomorra. La tiene el
abogado, pero abusa de la libertad y la viste de charlatana para hacer la mejor
defensa de la corbata. “La tiene la promoción que no se cambia” porque por algo
es más barata. La tiene la mamá que le dice a la niña “diga que no estoy”, para
catalogarla como “más mentirosa que un brasier”. La tiene “la vuelta” que no es
una rotación, sino que la hace un giro de dinero negro. La culpa no es de la
vaca, sino de quien la convierte en agua para hacerla pasar por leche en las
escuelas.
La culpa es de todos, pero todos nos
señalamos entre sí, mientras otros salen airosos para Miami a disfrutar de como
la convirtieron en hurto famélico. Sí, la culpa de la mentira como verdad es de
todos, porque multiplicamos información sin verificar. Porque confundimos
información con opinión. Vamos en aguas contradictorias buscando a quien culpar
para sacarnos esta angustia e impotencia de no tener nada y creerlo todo, menos
la verdad. Se vale estar indignados.
A veces la mentira entre
más ordinaria y exagerada, más se cree. A propósito, ¿qué piensas del refrán:
más ordinario que brasier con mangas?
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