domingo, 31 de mayo de 2020

APROBAR O APRENDER

Un error común que cometen tanto alumnos como padres es creer que van a la escuela para aprobar, o que el hecho de aprobar un examen, un trabajo práctico, o incluso un curso entero significa que se aprendió.
La clásica pregunta es: ¿Aprobaste? Si la respuesta es afirmativa, se festeja y elogia; cuando en realidad no sabemos cómo ni por qué aprobó. Pudo haber sido por copiarse de algún compañero, de alguna “ayuda” escondida, porque otra persona le hizo la tarea, o porque se repitió tantas veces la lección, que se alojó en la memoria a corto plazo, etcétera. En ninguno de estos casos se aprendió significativamente.
Aprender es adquirir un conocimiento o modificar una conducta que perdure en el tiempo, que deje huellas en nuestro ser. Si aprobamos copiándonos, lo que habremos aprendido es que podemos desafiar las normas y salir airosos, con lo cual, probablemente la conducta negativa aprendida se reforzará y repetirá, ya que se aprende tanto lo bueno como lo malo.
Son muy pocas las personas que indagan en lo que realmente saben, y eso es muy grave, ya que solo así, se podrán tener los conocimientos necesarios, para poder anclar sobre ellos, otros saberes en el futuro.

Los alumnos (y también sus padres) siempre cuestionan las calificaciones, pero pocas veces el aprendizaje: “El profesor faltó muchas veces, entonces ahora no nos puede desaprobar”, “No puede ser que desaprobemos todos el examen, alguno tiene que aprobarlo” o “No estudié y aprobé, por suerte me tocaron los temas más fáciles” son algunas de las afirmaciones que solemos escuchar a diario.

Hay profesores más exigentes que otros, y eso condiciona mucho la calificación del alumno. Si un profesor es demasiado indulgente, puede llegar a aprobar a quien tiene conocimientos muy escasos; y el alumno falsamente creer que sabe, con lo cual no le está haciendo ningún favor, ya que lo que no aprendió, será una cuenta pendiente a futuro.
Aprender tampoco es contestar correctamente las preguntas que se le formulan, sino poder aplicar esos conocimientos a situaciones nuevas, compararlos con otros conocimientos e integrarlos, de lo contrario, ha sido un esfuerzo vano.


Nos pasa año tras año al comenzar el ciclo lectivo, cuando hacemos las pruebas diagnósticas y los alumnos no recuerdan nada de lo dado en el año anterior. Si con un leve repaso lo recuerdan y lo pueden aplicar, quiere decir que lo aprendieron, pero si es como si nunca lo hubieran estudiado, es que a pesar de haber aprobado, no aprendieron.


El perjudicado es el propio alumno, quien debe reflexionar sobre sus fortalezas y debilidades, para poder adquirir significativamente lo que le falta (proceso que se denomina metacognición, y es suma
mente útil para ser un buen alumno).

LO DISRUPTIVO

Disruptivo es aquello que rompe de repente con lo establecido; lo que hace nacer un cambio, ya sea material o espiritual.
Para que haya disrupción debe existir un modelo establecido, que en este caso es la educación tradicional, enfocada en la transmisión de conocimientos desde un maestro poseedor del saber hacia los educandos carentes de mismo, que se limitan a tomar esos conocimientos y reproducirlos. 
La educación tradicional es altamente criticada en la actualidad, por eso nace este concepto de educación disruptiva.
La idea se tomó de los estudios que realizaron, a mediados de los noventa, los investigadores Clayton Christensen y Joseph Bower, pertenecientes la escuela de negocios de Harvard. Ellos lograron identificar en el rubro de las computadoras, ciertos fracasos vinculados al temor de incorporar innovaciones que rompan con lo tradicional y aparentemente seguro. 
Las grandes empresas invertían en tecnología incremental que agregaban valor a las ya existentes, sin animarse a hacerlo con las disruptivas, que apuntan a consumidores innovadores, excluyendo a aquellos que se resisten a los cambios.
El cambio asusta, especialmente cuando es brusco, pero indefectiblemente se produce, y en nuestra sociedad el cambio ya está instalado desde hace rato, mientras la educación sigue aferrándose a las formas y contenidos de épocas pasadas. 
No se trata tampoco de quitar todo lo que se construyó a lo largo de la historia en el campo educativo, sino de acomodarlo a los nuevos tiempos.
Incorporar las nuevas tecnologías a la didáctica áulica hoy, es casi incuestionable, pero en la mayoría de los establecimientos todavía hay un rechazo, por ejemplo, a que los alumnos saquen información de internet, en lugar de enseñarles cómo diferenciar una información veraz de otra que no lo es.
Pero una educación disruptiva no es solamente incorporar las nuevas tecnologías, sino hacer de ellas un uso responsable y consciente, que complementen el aprendizaje, que inevitablemente debe ocurrir en la mente del alumno. 
Si la información queda en el soporte electrónico, y el educando solamente la reproduce sin analizarla (la “copia y pega”) cuestionarla, sintetizarla, e incluso, modificarla, no operará ningún tipo de cambio en la estructura cognitiva del sujeto del aprendizaje, y será mucho más negativo este tipo de educación que la tradicional, pues no habrá participación del alumno, ni siquiera pasiva; será nula.
Una educación disruptiva supone el rol protagónico del alumno, que se comprometa con su aprendizaje, para lo cual, el docente no pierde relevancia, sino que él será el encargado de supervisar el proceso, que, si bien puede hacerse al propio ritmo del alumno, esto no significa que se pueda tomar todo el tiempo que quiera en apropiarse del conocimiento, sino el que necesita. 
De lo contrario, solo estaríamos fomentando la falta de responsabilidad, y de sistematicidad en sus estudios. Sabemos que hay alumnos que pueden terminar las tareas más rápido que otros, pero a estos últimos se los debe estimular y alentar para que vayan paulatinamente acercándose a los tiempos ideales, pues de lo contrario, solo contribuiremos a acrecentar las diferencias en los ritmos de aprendizaje, y por ende, las posibilidades de éxitos futuros. 
Es cierto que la maduración de cada niño es diferente y se deben respetar sus tiempos, pero algunos, pueden hacer de ello un hábito perjudicial; y retrasar sus tareas no porque no puedan hacerlo en término, sino por desgano o pereza.

DILEMA DEL PRISIONERO


JUEGOS SUMA...



Recordemos que los “juegos” son ejemplos teóricos para analizar los posibles comportamientos en el ámbito de la decisión, por lo que aunque inicialmente surgiese en el campo de la matemática, en la actualidad son utilizados en muchos otros campos (economía, psicología…), siendo la filosofía moral y política una de las que más uso hace de ellos.

El dilema del prisionero
Imaginemos a dos individuos que están encerrados en la misma celda –a partir de ahora les llamaremos prisionero 1 y prisionero 2– y que han sido condenados a muchos años de internamiento. Da igual la cuantía exacta,

pero para fijar mejor el ejemplo, supongamos que son 40 años. Igualmente, el delito tampoco es importante, pero teniendo en cuenta la duración de la pena, ha tenido que ser grave, tanto el de de uno como el de otro.
Prisionero 1 y prisionero 2, que no están dispuestos a pasar su vida entera entre rejas, deciden elaborar un plan que les permita escapar de la cárcel

Un plan, por otra parte, muy bien elaborado y con visos de éxito, y aunque, claro está, siempre exista el riesgo de ser descubiertos, ya que una fuga de una penitenciaría nunca está exenta de riesgos, por muy bien elaborado que esté el plan, vamos a suponer que en este caso el éxito está asegurado, si ambos colaboran, aunque ellos no lo sepan.


Así que podemos observar fácilmente que ambos prisioneros tienen dos opciones: o bien cooperar para llevar a buen puerto la fuga; o bien, delatar al compañero

Si, por ejemplo, el prisionero 1 decidiera decantarse por la delación, la autoridades penitenciarias le otorgarán una considerable reducción de condena, por haber facilitado acabar con un intento de fuga, aunque todavía le quedaría bastantes años por cumplir; si, por el contrario, prefiere seguir con el plan previsto, llevarlo a sus últimas consecuencias, tanto su compañero como él podrán huir, acabando así de un plumazo con todos los años previstos de internamiento. 

Claro, siempre y cuando el delatado no sea él, ya que entonces vería aumentada su condena. Naturalmente, prisionero 2 se encuentra en la misma situación que su compañero de celda. Es decir tendría los mismos beneficios y castigos que prisionero 1.


Está claro que la mejor opción para ambos sería la cooperación, ya que es la que más visos tiene de éxito y la que uniría sus destinos tanto en el fracaso como en el éxito. Pero al desconocer qué hará la otra persona, el otro prisionero, realmente es más beneficioso ser el primero en delatar. Así, el delator, se garantiza la disminución de la pena y, además, no ser castigado.


Si recordamos lo que decíamos de la estrategia maximín, aquella que nos dicta jugar la carta que aunque no nos otorgue el máximo beneficio sí que nos permita perder lo mínimo, está claro que la opción más factible es la delación.

Esta combinación, supone un ser humano codicioso, que mira sólo por su propio interés, sin importarle falta a su palabra o lo que suceda a los demás por su culpa. 

Pero, ¿realmente somos así? Desgraciadamente, el sistema económico se sustenta sobre la base de este ser egoísta, olvidándose de lo que también somos, seres sociales, necesitados, y que no sólo actúan por el interés crematístico.


FILOSOFIA SIGLO XX


DESARROLLO FILOSÓFICO


Definir la filosofía del siglo XX es bien sencillo: es la filosofía que se desarrolla entre los años 1900 y 2000

En los años anteriores al 1900 se desarrolló la filosofía del siglo XIX y en los años posteriores al 2000 se ha venido desarrollando la filosofía del siglo XXI. Bien, dichas estas trivialidades, vamos a hacer un repaso a la filosofía del siglo XX durante la primera mitad.

Una de las primeras cosas que tenemos que tener en cuenta es que la filosofía del siglo XX es continua con la del siglo XIX y con la de siglos anteriores. En efecto, sin ir más lejos, el siglo XX en filosofía se inicia con los intentos de probar la tesis logicista, la cual fue propuesta por Leibniz en el siglo XVII. Gottlob Frege la traía a rastras del siglo XIX, en 1905 Bertrand Russell descubría una paradoja en el sistema de Frege, lo que llevó al segundo a abandonar su proyecto logicista. Luego, entre 1910 y 1913 Bertrand Russell y Alfred N. Whitehead publicaron Principia Mathematica, donde pensaban que habían probado la tesis logicista. En estos años, se pondrá de moda hablar de círculos cuadrados, algo en lo que Alexius Meinong y Bertrand Russell se llevan la palma.

Mientras, entre 1900 y 1901 Edmund Husserl publica sus Investigaciones lógicas, dando origen a la fenomenología trascendental, una pretendida ciencia estricta consistente en la descripción de las vivencias previa puesta entre paréntesis de nuestros prejuicios. Husserl es otro autor que para estos años ya está crecidito. 


Años antes, Gottlob Frege hizo una crítica demoledora de su Filosofía de la aritmética (1891), lo que llevará a Edmund Husserl a abandonar el psicologismo. Husserl bebía de Franz Brentano.

El pragmatismo será otra corriente que vendrá a rastras del siglo XIX. Se trata de una propuesta realizada por Charles Sanders Pierce, la cual en la primera mitad del siglo XX sería desarrollada por Jonh Dewy y Wlliam James

El primero creó la pedagogía progresista; el segundo inauguró la psicología de la religión con una obra titulada Las variedades de la experiencia religiosa (1902).

Volviendo a Russell, este descubrirá a uno de los grandes genios del siglo XX, a Ludwig Wittgenstein, quien desarrollaría dos filosofías totalmente contrapuestas. En 1922 aparece el Tractatus Logico-Philosophicus, el cual revolucionará la filosofía del siglo XX, dando origen, en primer lugar, al positivismo lógico, de la mano de Hans Reichenbach y de Rudolf Carnap

A nivel intelectual, estos van a estar enfrentados con la que denominarán «filosofía continental», cuya figura paradigmática es Martin Heidegger, quien tonteó con el nazismo. Su obra Ser y tiempo se publicará en 1927 y será a sometida a duras críticas por parte de los positivistas.

Kurt Gödel, por su parte, demostrará sus Teoremas de incompletitud, los cuales darán al traste con el proyecto logicista con el que se había iniciado la filosofía del siglo XX. Esto llevará a Alfred Tarski, en Polonia primero y en Estados Unidos después, a desarrollar su concepción semántica de la verdad para lenguajes formales.
A la par que se vive este ambiente filosófico, en Frankfurt nacerá la Teoría crítica de Max 

Horkheimer, quien uniendo en intelectual matrimonio a Karl Marx y Sigmund Freud dará a luz a uno de los movimientos filosóficos más importantes del sgilo XX. Crearon un marco teórico desde el cual analizar los hechos sociales. 

Aunque no sabemos si Horkheimer lo esperaba o no, lo cierto es que entre 1930 y 1933 la escuela de Frankfurt creció, incorporándose figuras como Herbert Marcuse, Theodor Adorno y Walter Benjamin. Con la ascensión del nazismo, todos tienen que poner pies en polvorosa. Walter Benjamín moriría en 1940, en Portbou, Barcelona (España).

Mientras que la cultura europea está en auge, en España sobresale la figura de José Ortega y Gasset, quien desarrollará el raciovitalismo histórico. Entre 1914 y 1930 publicó una gran cantidad de obras, pues fue un autor muy prolífico. Si sus Obras completas se pagaran por peso no habría fortuna que las pudiera pagar. 

En 1914 publicó Meditaciones del Quijote, en 1921 España invertebrada, en 1923 El tema de nuestro tiempo y en 1929 La rebelión de las masas. El estilo de Ortega y Gasset irá muy en la línea de Husserl, hasta que desarrollará su propia visión raciovitalista.

La tensión en Europa crece a pasos agigantados. En 1939 estalla la segunda guerra
mundial. Es una guerra cruenta que convertirá el mundo en un infierno. La escuela de Frankfurt se verá fuertemente influida por este acontecimiento.

Ya en la posguerra, Willard van Orman Quine comenzará a criticar la lógica modal cuantificada, la cual fue propuesta por Ruth Barcan Marcus entre 1946 y 1947. Estas discusiones darán sus frutos durante la segunda mitad del siglo XX.

A principios del siglo XX quedan claramente delimitadas dos grupos de filosofías: la filosofía analítica y la filosofía continental, cada uno de los cuales está constituido por un grupo de filósofos y de filosofías, sin haber, en realidad, características comunes a todos los miembros de cada grupo como para decir seriamente que pertenecen a un grupo

No obstante, así fue la historia. Filósofos como Gottlob Frege, Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein, Rudolf Carnap, Alfred N. Whitehead, Hans Reichenbach, Barcan Marcus, Quine, Gödel, etc. cayeron bajo la categoría de filósofos analíticos. 

Mientras que autores como Edmund Husserl, Martin Heidegger, Ortega y Gasset, Herbert Marcuse, Theodor Adorno, Walter Benjamin, Max Horkheimer y Alexius Meinong, entre otros, cayeron bajo el grupo de filósofos continentales.


SEMÁNTICA FILOSOFICA



LOS NOMBRES PROPIOS


Una parte de la filosofía del lenguaje, la semántica filosófica, tiene como objeto de estudio los nombres propios, es decir, los términos que utilizamos para referirnos a individuos.

La cuestión es saber en qué consiste el significado de un nombre propio, qué quiere decir que un nombre propio es significativo. Si tenemos en cuenta el principio de contexto, la cuestión es cuál es la contribución de un nombre propio al sentido de una oración.

Preparando el terreno
Puesto que la mayor parte de nuestros lectores no tienen una formación precisa en filosofía y mucho menos en filosofía del lenguaje, conviene que hagamos algunas aclaraciones.

El significado de una expresión es lo que un hablante dice al utilizarla en un acto de habla exitoso. Es cierto que las expresiones y las palabras tienen un significado convencional, que podemos rastrear en los diccionarios.

Sin embargo, ese significado no es el interesante desde un punto de vista filosófico. Lo que nos interesa más bien es el significado actual de una expresión, el que tiene cuando se usa para decir algo a alguien y este alguien entiende lo que le queríamos decir mediante esa expresión.

Desde ese punto de vista, cuando hablamos del significado de los nombres propios no nos interesan cosas como lo que el término significa etimológicamente (por ejemplo, que «José» significa «Él (Dios) añada»).

Únicamente queremos saber la contribución que hacen los nombres al significado de las expresiones en los que aparecen, cuando estas son usadas… Tampoco es un problema el que un solo nombre sirva para referirse a diferentes individuos. El individuo al que nos referimos se determina contextualmente.

Hablar y pensar
La idea de que al hablar expresamos pensamientos es muy antigua, pero no la discutiremos aquí. Nos valdrá únicamente para exponer una de las concepciones sobre el significado de los nombres.

La idea es que un pensamiento es de naturaleza conceptual, así que los nombres propios hacen una contribución conceptual a la expresión en la que aparecen, tienen como significado un concepto que contribuye a formar un pensamiento.

El concepto significado por el nombre puede ser expresado mediante una descripción definida o mediante un cúmulo de estas, según la versión de la teoría que se abrace.

Por ejemplo, casi todo el mundo asocia con «Aristóteles» la descripción definida «el autor de la Metafísica«. Y esta descripción expresa nuestro concepto de «Aristóteles», gracias al cual expresamos y entendemos las oraciones en las que aparece.

Las teorías de este tipo reciben el nombre de «teorías descriptivistas de la referencia». Algunos de sus defensores más famosos son G. Frege, B. Russell y J. Searle.

Lenguaje y mundo
Según otro punto de vista opuesto al anterior, los nombres propios no tienen ningún significado.

Son como etiquetas que sirven para distinguir a un individuo de todos los demás. Cuando hablamos seleccionamos a un individuo, mediante su nombre, y decimos algo de él.

Los nombres propios son palabras con una función lingüística muy simple y precisa: nombrar individuos, ir en su lugar. Desde este punto de vista no se niega que los hablantes asocien conceptos al usar nombres propios, lo que se niega es que los conceptos que cualquier hablante pueda asociar a los nombres propios desempeñen alguna función semántica relevante.

En todo caso, los nombres funcionan como enganches que conectan el lenguaje con el mundo, con un mundo de sustancias individuales. Este punto de vista ha sido defendido por J. S. Mill, Ruth Barcan y S. Kripke. A esta tesis se le llama «teoría de la referencia directa».

La teoría causal de la referencia
Los dos puntos de vista anteriores fueron sintetizados por Gareth Evans en la teoría causal de la referencia.

Kripke ya había defendido su teoría haciendo uso de elementos causales para explicar cómo los nombres se mantienen unidos a sus referentes a lo largo del tiempo, incluso cuando los referentes de los nombres desaparecen.

La idea es que Aristóteles está muerto, pero el nombre «Aristóteles» hace referencia a Aristóteles incluso aunque este ya no exista.

 ¿Cómo? Porque el uso de los nombres se mantiene inalterado a través del tiempo, pasando de unos hablantes a otros.
 La madre de Aristóteles (o su padre) decidió ponerle ese nombre. Todo el mundo lo siguió llamando así. Las personas siguieron hablando de Aristóteles durante años tras su muerte. Y de ese modo, se transmite generación tras generación el uso del nombre «Aristóteles» para referirse al individuo a quien se le asignó ese nombre.

Evans, por su parte, aceptó el modelo causal de Kripke, pero lo consideró bastante superficial, por lo que profundizó más en él. Junto a su propuesta positiva, Kripke había dado algunos argumentos para rechazar la teoría descriptivista de la referencia.

Según esta teoría, el significado de un nombre es una descripción definida (o un cúmulo de ellas) del individuo al que nos referimos.

El problema que veía Kripke es que cualquier descripción definida particular o cualquier cúmulo de ellas, podría ser falsa del individuo al que determina, de modo que fallaría al determinar a tal individuo y no nos estaríamos refiriendo a él.

Aristóteles pudo no haber escrito la Metafísica y si el significado de «Aristóteles» es «el autor de la Metafísica«, no se ve cómo con «Aristóteles» nos podemos referir al individuo al que pretendemos referirnos.

Sin embargo, Evans encuentra que en la propuesta de Kripke hay un error análogo. En efecto, Kripke no considera que por errores humanos la referencia de un nombre cambie.

para apoyar su crítica utiliza el ejemplo de «Madagascar». Actualmente es una isla situada al Sureste de África, sin embargo, en el pasado fue un trozo de la costa del continente Africano.

Si a la isla se le llama en la actualidad «Madagascar» es porque Marco Polo no entendió correctamente a qué llamaban «Madagascar» los nativos del lugar.

La cadena causal de Kripke tiene este problema, que es demasiado ideal, que no considera que en el proceso de transmisión de la práctica de uso de un nombre pueden ocurrir este tipo de cosas.

Evans propone una teoría causal de la referencia, que soluciona ambos problemas. De este modo, asume el modelo causal de Kripke, pero lo dota de contenido. Los hablantes se dividen en productores de la práctica de utilizar un nombre o en consumidores de esta práctica.

Para explicar la metáfora de Evans de los productores y los consumidores de la práctica nos valdremos de un ejemplo.

Los padres de Aristóteles deciden llamar a su hijo «Aristóteles». Utilizan ese nombre para presentarlo, el niño crece y la gente tiene contacto con él. Utiliza el nombre «Aristóteles» para identificar a ese individuo. Las personas que conocen a Aristóteles, que saben qué cosa del universo es la que todos llaman «Aristóteles», son los productores.

Han producido una práctica, la de llamar a una cosa «Aristóteles». Y extienden esta práctica. Hablan de Aristóteles a otras personas, que jamás han tenido contacto con él. Para estas personas «Aristóteles» significa «la persona de la que habla Menganito» o «El hijo de Nicómaco, que se fue a estudiar con Platón dos días antes de que me mudara aquí», etc.

Estos son los consumidores de la práctica. Para ellos el significado de «Aristóteles» es una descripción definida (o un cúmulo de ellas) que han adquirido por el contacto con los productores. 

Los consumidores también difunden la práctica.

Aristóteles morirá, pero durante algunos años tras su muerte seguirá habiendo productores y consumidores del nombre. Y una vez que los productores mueran, todos los que sigan utilizando el nombre serán consumidores.

Dado que de Aristóteles se pueden transmitir descripciones falsas, no es de extrañar que los consumidores asocien a su uso estas descripciones. Igualmente, los casos como el de «Madagascar» se explican como un cambio de práctica, iniciado por unos hablantes, que tuvieron más éxito al expandir su práctica de usar «Madagascar» para referirse a una isla que los hablantes que originariamente utilizaron «Madagascar» para referirse a una porción de la costa sureste del continente africano.

La Guía

SALUD MENTAL

TRAUMAS DE LA INFANCIA


Las situaciones traumáticas de la Infancia pueden ser múltiples. Para Freud, muchos acontecimientos que forman parte del desarrollo del psiquismo en los primeros momentos tienen características de traumáticas, y por esto, pueden llevar a la Neurosis, incluso aunque el ambiente de crianza aparente ser adecuado.
El trauma implica un choque emocional, y es independiente del tipo de acontecimiento que pueda provocarlo. Dependiendo de las estrategias o herramientas del sujeto para el afrontamiento, podrán resultar traumáticas o no determinadas experiencias.
Sin embargo, aquí nos referiremos a las situaciones traumáticas en la infancia como principal factor de riesgo de las enfermedades mentales. Y con enfermedad mental nos referimos a cuadros que presenten síntomas y un sufrimiento psíquico significativo, acompañado de dificultades o imposibilidad de sostener lazo social y relativa independencia.
Innumerables estudios se han llevado a cabo para intentar determinar las causas de las enfermedades mentales. Pero si hay algo que esta por demás comprobado es que las experiencias traumáticas infantiles son un factor decisivo como predisposición en estos casos.
Eso no significa que todo aquel que sufre alguna patología asociada a la salud mental deba necesariamente haber padecido una «infancia terrible», pero sí que la violencia, los abusos, la desatención, el abandono y las carencias afectivas en la infancia son definitivamente factores de suma importancia en la posibilidad de desarrollo de este tipo de patologías.
Está comprobado ya que el ser humano necesita del contacto afectivo para sobrevivir. Las carencias afectivas, como lo han demostrado estudios sobre depresión anaclítica (Spitz), o marasmo, y sobre el Apego (Bowlby), en los primeros momentos de vida, pueden llevar a la muerte o manifestarse en retrasos del desarrollo y en dificultades en el crecimiento.
Dicho esto, se entiende que tanto la falta de contención afectiva en los primeros momentos de vida, como las activas conductas de violencia, abuso y negligencia, son factores que ya de por si predisponen significativamente al desarrollo de patologías mentales de gravedad.
La importancia de la infancia en el desarrollo del psiquismo esta ya libre de discusión. Y esto representa sin duda la unión de la ciencia en general con la postura freudiana o psicoanalítica, ya que desde ambos sitios se ubica a la infancia como un terreno decisivo en el desarrollo humano.
Por esto mismo, lo que sucede en los primeros años de vida tiene un influencia fundamental en el desarrollo psíquico futuro, lo que no implica que quien haya vivido una infancia traumática este condenado a sufrir una enfermedad mental.
Siempre hay posibilidad de cambio, y hay muchos factores que inciden sobre el desarrollo de un individuo. Pero es importante revisar una y otra vez los patrones de crianza, entendiendo que tienen una incidencia significativa dentro del plano de la salud mental.
A lo largo de las décadas se han ido modificando las normas y valores de crianza. Lo que anteriormente estaba orientado hacia la autoridad, la estructura patriarcal y la frialdad en el trato con los hijos, hoy ha virado en muchos casos al otro extremo: permisividad, falta de límites y falta de tiempo en familia. 
La estructura familiar se ha diluido, y por más que se agradece la pérdida de los castigos fisicos y la falta de afectividad propios de la etapa anterior, la permisividad, la falta de límites y tiempo son también un gran problema.
Los roles parentales deben ser revisados porque cambian conforme cambia la Sociedad. Los padres y madres deben poder trabajar aspectos propios a la vez que ocupan su función (si es que la ocupan), porque de otro modo se repiten esquemas inconcientes, perpetuando modalidades que pueden ser perjudiciales para los niños y niñas que están en desarrollo.

Doctorado. Recursos lexicales parentales y medíaticos

 Curriculo. Grado undécimo. Bachillerato Humanidades. Por John Jairo Botero González.