Los cambios en la socialización de los individuos
Enseñar a los estudiantes con distintas condiciones de
educabilidad
Los cambios en la familia y en las pautas de socialización de las nuevas generaciones
se han estado traduciendo en permanentes desafíos y desajustes para una escuela
que recibe niños y jóvenes cada vez más diferenciados en sus formas de actuar y de
pensar; con diferentes grados de apoyo y seguimiento de parte de sus padres y que,
finalmente, cuentan con un capital cultural muy diferenciado a los efectos de desarrollar
las competencias que la escuela propone formar.
El profesorado de principios de siglo podía asumir fácilmente la idea de “uniformidad”
en los niños que atendía en las escuelas.
La visión de que sus alumnos poseían una
socialización familiar con características bastante homogéneas, asentadas sobre una
base similar y compartida de valores éticos, fuertemente influenciada por la presencia
de la madre y del padre, raramente llegaba a ser cuestionada, al menos en términos
generales.
En todo caso, existían casos excepcionales, marcados por el abandono o
la tragedia, que la escuela trataría como tales: una “excepción a la regla”.
Por otro lado,
al llegar a la escuela, el niño reconocía con naturalidad al maestro como un nuevo y
novedoso agente de socialización que le incorporaría progresiva y gradualmente al
conocimiento del “mundo”, del mundo de los adultos, a su historia, geografía y deberes
cívicos.
La socialización familiar se continuaba naturalmente en la socialización escolar;
en la escuela, la autoridad y los valores familiares se articulaban sin cuestionamientos.
Pero, además, en la sociedad de la primera mitad del siglo, existía un control
social muy fuerte sobre las conductas de los individuos y una menor tolerancia
hacia los comportamientos "inadecuados" o que se apartasen de la norma: en
el hablar, en el vestir, en el modo de conducirse ante la autoridad de los adultos,
etc.
Cada estamento social tenía claramente definidos los modos adecuados de
comportarse.
Finalmente, la escuela y el maestro gozaban de un elevado estatus social y
eran vistos como referentes culturales y morales. La escuela, además, era un
canal privilegiado de movilidad social.
En la actualidad casi nada de lo anterior existe.
La profesión docente y la
escuela como institución han perdido jerarquía social. La escuela ya no
necesariamente representa un canal de movilidad social.
El docente ha perdido
parte de su prestigio intelectual, por la propia masificación de la profesión y porque
el conjunto de la sociedad accede ahora a más años de escolaridad, por lo que
profesores y maestros han dejado de ser parte de un selecto núcleo de ciudadanos
mejor formados que la mayoría.
La vida familiar se ha modificado profundamente.
Desde fines de los años
setenta, la mujer se ha incorporado al mercado de trabajo en una modalidad
permanente y ya no sólo como mano de obra ocasional, principalmente en los sectores sociales medios.
Las tareas de crianza y cuidado de los niños, de
preparación de alimentos, de cuidado del hogar, tradicionalmente asignadas a
la mujer, ahora son cumplidas, cada vez más, también por otros miembros de
la familia.
En consecuencia, el papel del hombre ha ido cambiando y también el
de los hermanos mayores en las familias extensas. Los hijos crecen y viven como
natural el hecho de que la madre no esté gran parte del día en la casa; que los
ritmos del hogar se ajusten al trabajo; que el diálogo familiar se acote a los
cansancios laborales.
En el caso de los niños pequeños, la madre tempranamente
va delegando a otras personas las tareas de cuidado, control y transmisión de
normas de comportamiento.
Por otro lado, se incrementan las tasas de divorcio y la proporción de hogares
monoparentales.
Cada vez es menor la proporción de niños que viven con sus
dos padres.
Asimismo, se ha producido una modificación en las tasas de natalidad de los
sectores medios de la población. Ello obedece a múltiples razones.
Por un lado, es
consecuencia del acceso de la mujer a mayor cantidad de años de escolaridad, lo que
determina que el primer embarazo tiende a ocurrir a edades más tardías. En segundo
término, es consecuencia también de la incorporación de la mujer al mercado de trabajo.
Finalmente, el fenómeno está relacionado con las nuevas pautas de consumo.
La consecuencia de este fenómeno es muy importante: cada vez más, la
reproducción de la población recae sobre los sectores más pobres, que en
términos generales han mantenido sus tasas de natalidad. Este hecho, sumado
al proceso de ampliación constante del acceso de toda la población a nuevos
niveles de escolaridad, determina que los sistemas educativos estén recibiendo
contingentes crecientes de niños con un capital lingüístico y cultural mínimo, que
hace enormemente difícil la labor de enseñanza.
La familia tradicional, a través de la presencia, la regulación sistemática y de
sanción, según un modelo moral socialmente aceptado, graduaban el acceso del
niño al conocimiento de los aspectos más contradictorios, pudorosos o
decepcionantes del mundo real de los adultos. Para acceder a estos conocimientos,
lenguajes y actitudes, el niño debía contar con el permiso de los padres, a veces
con su explicación, y finalmente, dominar el código escrito de los diarios que
informaban.
Competencias para la profesionalización de la gestión educativa
Desde fines de los años setenta, la extensión de los medios de comunicación
audiovisuales, en las condiciones ya descriptas de inestabilidad del vínculo con el
adulto y de “modernización” familiar, generó una profunda transformación en las
formas de regulación y control del acceso de los niños al tipo de información
representada en la televisión.
Los medios de comunicación audiovisual crean las
condiciones para que el niño acceda a conocimientos y valoraciones sobre el “mundo”
para el cual los propios adultos aún no han elaborado argumentos y valoraciones
convincentes.
El niño conoce hoy en día, sin graduación ni mediación ética familiar, el mundo real de la disputa por el poder, de la sexualidad, del consumo y de la
muerte. ¿Cómo explicar el carácter moral o amoral de ciertos fenómenos que él
visualiza predominantes? ¿Pueden testimoniar los adultos que interactúan con él
desde temprana edad una conducta moral consensuada? ¿Cómo transmitir certezas
sobre el mundo en condiciones irreductibles de contingencia?
La mayor parte de
los niños elaborará su identidad sobre la base de experiencias y develamientos de
ese mundo sin secretos, en el que todo es relativo y, muchas veces, sin mediaciones
o intencionalidades educativas expresas.
Simultáneamente, a través de los nuevos medios de comunicación, los niños
tienen la posibilidad de acceder a conocimientos e informaciones sobre una amplia
diversidad de temas, nuevos territorios geográficos y culturas, descubrimientos
científicos, que de algún modo desarrollan por fuera de la escuela su capacidad para
aprender. Sorprende a los adultos en general, de lo que son capaces los niños desde
edades tempranas.
Quedan aquéllos con la impresión de que son bastante más
"despiertos" de lo que eran ellos a esa edad. En particular, no es extraño que sean
los niños quienes les enseñan a los adultos a manejar los nuevos instrumentos
tecnológicos. En este sentido, cada vez está más claro que la niñez es un período
privilegiado para el aprendizaje.
Aquella noción de que el aprendizaje comenzaba a
los seis o siete años con el ingreso a la escuela ha quedado definitivamente superada
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