Las organizaciones educativas como sistemas
De comunicación.
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DE LA JERARQUÍA
A LA REDARQUÍA, UN PASO MICROPOLÍTICO
Dicho modelo atenta contra la calidad, lo que precisa la necesidad de plantear y poner en marcha de acciones socio-comunicativas y por ende pedagógicas, encaminadas a fortalecer la cultura organizacional del centro y las prácticas en el aula, a partir de la cooperación. Es justamente lo que se analiza en los diferentes tipos de interacciones comunicativas, que se registran en el interior de dichos sistemas, lo que pone de manifiesto las diversas formas en las que se produce la micropolítica de la organización escolar.
Allí se fundamenta la gestión de equipos y comunidades, en red de aprendizaje y práctica, que aceleran el aprendizaje organizativo y la transformación. Esto genera más compromiso con el cambio. Ahí se cimenta la micropolítica: una dinámica política al interior de las organizaciones donde convergen luchas y conflictos, en donde diversos actores y grupos de interés, que están inmersos en diversas dinámicas - conflictivas, de coalición, de negociación, luchas, de interés y control- reflejan una visión más política que académica constreñidas por las estructuras de poder vertical.
Las formas de poder, formal e informal se relacionan con las metas de los individuos - intereses, propósitos, preferencias- e incluso con las acciones políticas -decisiones, acontecimientos, actividades-. De otro lado están las diferencias o discrepancias entre los miembros de la organización - valores, creencias, necesidades, ideologías, metas- que interactúan en las acciones organizativas, bien sea motivadas de modo consciente o inconsciente a partir de: acciones estratégicas, calculadas, propositivas, o acciones rutinarias e incluso de la acción, la omisión o la negligencia.
Huelga decir que el cambio es el nuevo paradigma, y la innovación el principal reto, comunicativo, del trabajo en red; máxime cuando la perspectiva de análisis propuesta se centra en la relación entre micropolítica, cambio y comunicación y donde la cultura de la organización es un campo esencialmente conflictivo, en el que compiten o coexisten diferentes interpretaciones y manejos de la situación
Destaca el autor el valor de la
información y el conocimiento en el interregno del poder/saber cómo modelo
vertical de la información basado en la autoridad, para vislumbrar otro, donde
la información privilegia el trabajo en red, es decir que los establecimientos
educativos puedan estudiarse como sistemas de comunicación en un conjunto de
intercambios informativos, que fluyen a través de las redes, como escenario de
la micropolítica de la organización.
Fundamenta su análisis en el gobierno escolar como política y en ella advierte la presencia de agentes educativos y recursos. Los primeros como individuos que forman redes de lógica acción e interacción, que confieren un valor real a los recursos de que dispone la organización y asume que la misma, como institución administradora de conocimiento, se dota de un proyecto, propio de cultura colaborativa y de desarrollado como comunidad; que denota información, en lo que él denomina capital relacional, es decir, ese conjunto de saberes dotado de conocimiento, debido las relaciones institucionales que mantiene los centros con otros agentes y que le reportan un valor..
Asume, en ese gobierno, la importancia de reconocer la gestión del conocimiento y de la comunicación como factores claves de la política institucional, al brindar referentes curriculares con objetivos de aprendizaje, herramientas evaluativas y recursos para los estudiantes; amen de la formación situada para los docentes e interacción entre pares y educadores con sus alumnos.
Es esta la verdadera transformación educativa que forma redes, que se traduce en diferentes lógicas de acción. De esta forma se reconoce la gestión del conocimiento y de la comunicación que se produce en su seno, como clave de dos dimensiones, políticas, determinadas por un ámbito de acción y tipo de cambio: la macropolitica y la micropolitica. La primera como escenario normativo del estado y la segunda como escenario organizativo del establecimiento educativo, con sus dos subniveles micro-meso y micro-micro, bien sea del centro o del aula.
Utiliza el autor la metáfora de la caja negra para designar aquel elemento estructural de un modelo abstracto sobre el funcionamiento de un sistema que se halla entre la entrada (input) y la salida (output); para ir más allá en las variables de la cultura organizativa que contradice las agendas ocultas. Con ello denota un cambio respecto a los modelos estructuralistas, al reconocer el valor que tiene el contexto organizativo en la redefinición de las dimensiones estructurales y normativas que se establecen los centros. Ello confronta la colaboración y la participación; ambos dadas, bien sea por la motivación para el acondicionamiento en el nivel de progreso y lo significativo del clima organizacional, frente a lo que es la participación, la implicación y el compromiso con el centro y con sus objetivos por parte de la comunidad educativa, en la denominada cultura socio relacional.
Esto hace que haya un papel preponderante en las vías de flujo de alimentación de información: la comunicación tanto a nivel interno como externo, desvirtuando el concepto de cultura: como un conjunto de valores compartidos que en teoría impregnan o deben impregnar el clima de la organización y guiar el desempeño de los individuos que la componen. Asume, entonces, que esta, son las interacciones comunicativas que alimentan la vida de las diferentes redes y constituyen los entornos simbólicos inmediatos, en los que los individuos se reconocen y en los que se refugian sus actitudes respecto al trabajo y a la organización.
Lo anterior lleva a aseverar, al autor, que la cultura de una organización funciona más como una opinión pública, que como una ideología o como una mentalidad común. Esto en consonancia con la idea que las redes intraorganizativas de interacción no se estructuran sobre roles definidos, por una función ni por una asignación de autoridad, sino sobre focos de influencia que canalizan la información, que la elaboran y se estructuran en actitudes propios de los nodos que generan pseudoentornos.
Se reconoce, entonces, la escuela, como un espacio micropolítico con un ámbito de conflicto – que debe ser gestionado- en el que se entrecruzan estrategias con diferente capacidad de arrastre, en función de los recursos que pueda movilizar y donde la micropolítica de la interacción, de redes, supone, por tanto, una visión conflictiva de la vida cultural de la organización, que responde a un reconocimiento de su diversidad interna.
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